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domingo, 8 de agosto de 2010

Plomo cerrado
Chávez es imprescindible
Luis Aponte - www.aporrea.org 06/08/10

“Nosotros rechazamos terminantemente todo intento de fiscalización, todo intento de inspección de nuestro país. ¡A nuestro país no lo inspecciona nadie! Nosotros sabemos lo que hacemos, y sabemos cómo debemos defender nuestra integridad y nuestra soberanía (…) Nos amenazan con ser nosotros blanco de ataques nucleares: no nos asustan. Tenemos que saber vivir en la época que nos ha tocado vivir y con la dignidad que debemos saber vivir. Todos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ¡todos somos uno! en esta hora de peligro. Y nuestra, de todos, de los revolucionarios, de los patriotas, será la misma suerte, y de todos será la victoria… Patria o Muerte ¡Venceremos!“

Fidel Castro Crisis del Caribe 1962.

La actual coyuntura internacional signada por las agresiones imperialistas contra los pueblos, entre ellos el venezolano, nos retrotrae al debate sobre el carácter pacífico, mas no desarmado, de la revolución bolivariana. En línea con el método marxista, asumimos como verdadera la metáfora de la violencia como partera de la historia resultado del axioma de que “ninguna clase social abandona pacíficamente el escenario de la historia”. Sin embargo, los revolucionarios auténticos no somos ni podemos ser guerreristas a ultranza, ni tampoco pacifistas a ultranza.

Al releer algunos clásicos del socialismo nos topamos que éstos siempre plantearon que la guerra popular o la insurrección armada era un instrumento que el pueblo revolucionario esgrimía, en forma justa, a causa de la violencia del opresor que obstruye el tránsito pacífico hacia los cambios. Nuestro Libertador no en pocas ocasiones mencionó los horrores de la guerra como un mal impuesto por los imperios y los tiranos.

El camino pacífico, mas no desarmado, de la revolución bolivariana tiene su génesis y su muy particular razón de ser. El movimiento revolucionario mantuvo por años un rechazo radical a las vías pacíficas negando de plano toda participación en procesos electorales burgueses. Luego de la derrota de la vía armada en la década de los sesenta, las direcciones del Partido Comunista de Venezuela (PCV) y luego del Movimiento Al Socialismo (MAS), se convirtieron para muchos en la encarnación de la claudicación. La izquierda venezolana, derrotada en aquel episodio histórico, no supo o no pudo superar aquella derrota y derivó en corrientes electoreras (abiertamente comprometidas con el estatus quo). La entropía subsiguiente dio origen también a corrientes anarquizadas, que cuestionando todo, se lanzaron a la búsqueda de nuevos derroteros doctrinarios, terminando en algunos casos por “descubrir” al antiguo anarquismo pequeño-burgués disfrazado de “pensamiento marxista posmoderno”, repotenciado en Europa como “opción novedosa” ante el derrumbe de la URSS.

Fue la irrupción de aquella juventud militar en 1992 y todo el movimiento que se inició a partir de allí, lo que vino a refrescar, a retomar el hilo histórico roto tanto por la acción de la pro-imperialista derecha dominante, como por los errores de una dirigencia de izquierda confundida o claudicante. Se produjo un renacer popular muy distinto al viejo movimiento ya agotado que tomaba la ruta directa hacia la derecha conciliadora o, en menor grado, hacia el neo-anarquismo. Este renacer incluyó también lo doctrinario.

Aquella irrupción militar fue, objetivamente hablando, un acto de genuina violencia revolucionaria. Una derrota táctica convertida a posteriori en una victoria estratégica. Fue reivindicado el axioma de la violencia revolucionaria como partera, practicada por estos jóvenes militares en forma cualitativamente diferente a la violencia anarquista de algunas corrientes que mal interpretaron las lecciones del levantamiento popular de febrero de 1989. La historia, cual tribunal implacable, juzgó aquellas disímiles acciones cuando en su devenir el pueblo venezolano optó por construir pacíficamente un nuevo modelo sobre la base de referencias diferentes a las del reformismo y del neo-anarquismo.

La frescura de aquella nueva dirigencia, ahora de carácter cívico-militar, se puso a prueba cuando de cara a la crisis orgánica terminal de la IV República, se supo pasar de la estrategia insurreccional a la estrategia electoral. Fue un cambio de estrategia que no significó la entrega de principios ni de objetivos fundamentales. Un verdadero viraje estratégico, muy distinto al viraje de los hoy carcamales exdirigentes de la izquierda de finales de los sesenta.

Así se da comienzo a la llamada vía pacífica de la revolución venezolana, con particularidades importantes que refuerzan dicho proceso: 1) El rescate por y para el pueblo del ideario del Libertador (integración latinoamericana, antiimperialismo, garantías sociales); 2) La crisis en todos los órdenes del sistema político, económico e ideológico de la burguesía parasitaria venezolana, expresado en el neoliberalismo; 3) Lo sui géneris del estamento militar venezolano caracterizado por un alto componente popular (de clase) dentro de una oficialidad altamente influida por el ideario bolivariano; 4) La utilización del sufrago universal como arma para derrotar a la burguesía; 5) La utilización de las mejores capacidades del Estado y su renta petrolera para apalancar un cambio de modelo político y socioeconómico, con impacto geopolítico en la región; 6) El liderazgo carismático y visionario de Hugo Chávez, como factor de unidad y dirección de las fuerzas revolucionarias y del pueblo todo.

Lo eficaz de esta vía se traduce en que hoy la revolución bolivariana brilla ante el mundo, más por su fuerza moral que por su fuerza material (armamentista o económica). Y es Hugo Chávez, un individuo, una pieza fundamental en este hecho histórico. Porque la historia también le asigna a los individuos, junto a sus pueblos, roles fundamentales (Bolívar, Zamora, Marx, Lenin, Fidel, etc.).

Dentro de la filosofía humanista que ha movido el espíritu y el músculo de la revolución bolivariana, está la paz como un valor humano, un derecho irrenunciable de los pueblos del mundo. Los años de esta revolución han permitido madurarnos políticamente y nos han hecho comprender que, ciertamente, la consecución de la paz debe estar por encima de cualquier resentimiento social, chauvinista o personal que pudiéramos aún albergar, ciertamente manipulados por el aparato de guerra sicológica del enemigo. Tal como lo dice el Che “el revolucionario está guiado por profundos sentimientos de amor”. Millones de seres humanos nos hemos educado y “reeducado” con esta revolución, aprendiendo a valorar la necesidad de la paz como condición social ideal para salir del atraso y la dependencia. Que sólo en paz puede el ser humano dar curso a todas sus potencialidades creadoras.

Nuestra revolución está ahora amenazada por la violencia imperialista gestada desde afuera. Parece cumplirse de nuevo los axiomas de los clásicos. El imperialismo y las oligarquías lacayas latinoamericanas (con la colombiana a la cabeza), no están dispuestos a abandonar la historia pacíficamente. La forma de lucha electoral, útil para la burguesía mientras podían manipular a ignorantes masas, se echa de nuevo a un lado como en el Chile de Allende, y se apela al golpe abrileño en Venezuela y al golpe contra Zelaya en Honduras, así como maniobras conspirativas en Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Siendo Venezuela –después de Cuba- el hueso más duro de roer, se hacen sonar tambores de guerra contra ella.

Se nos pretende atemorizar, quizá prevaliéndose de ese amor que hemos aprendido a tener por la paz. Pero se equivocan de nuevo. En estos años hemos conocido la paz, hemos conocido la libertad, hemos conocido la dignidad, y jamás volveremos a ser esclavos. ¡Jamás! Sin ser ninguna potencia militar, estamos convencidos que el patriotismo del venezolano y la venezolana, la conciencia de clase de sus trabajadores, la solidaridad nuestramericana, le saldrán al paso a las pretensiones imperiales.

Seguro que ante tal determinación, los esbirros de la anti-historia buscarán el eslabón más débil: liquidar al hombre que ellos consideran la raíz de todos sus males. La mejor forma de corresponder a ese hombre que tanto ha inspirado a esta revolución, aquí y en el mundo entero es, en primer lugar, consolidar la unidad, echando a un lado cualquier mezquindad, de la índole que sea, reconociendo sin tapujos al liderazgo del Comandante-Presidente Chávez. En segundo lugar, mejorar nuestro desempeño, nuestra calidad de trabajo, en el área que nos corresponda, siendo honestos y eficientes. En tercer lugar, sumarnos al colectivo, integrarnos al pueblo, a sus organizaciones, vincularnos a él, manteniendo en alto la sensibilidad social. En cuarto lugar, reconocer sin tapujos.

En este momento ese hombre llamado Hugo Chávez es imprescindible.

PATRIA SOCIALISTA O MUERTE, VENCEREMOS

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